viernes, 27 de marzo de 2020

LOS PROTAGONISTAS DE LOS SITIOS DE ZARAGOZA

La Historia ha reservado la categoría de mitos de Los Sitios a Palafox y Agustina de Aragón, pero no fueron, ni mucho menos, las únicas personas que destacaron en esta contienda preeminentemente civil. Nombres como el padre Boggiero, Casta Álvarez, Mariano Renovales, Manuela Sancho y un largo etcétera, tan cotidianos en el callejero de Zaragoza, también merecen ser recordados. 

EL GENERAL PALAFOX 

(Zaragoza, 1775 - Madrid, 1847)

José Rebolledo Palafox y Melci era el tercer hijo de los marqueses de Lazán. Estudió en las Escuelas Pías de Zaragoza, donde el padre Boggiero ejerció como su preceptor. Luego ingresó en la guardia personal del rey Carlos IV. Antes de los levantamientos del 2 de mayo, fue testigo de los sucesos de Aranjuez mientras custodiaba al presidente Manuel Godoy. Cuando la Familia Real se trasladó a Bayona, llegó hasta allí y trató de formar una regencia con el infante Antonio (hermano menor de Carlos IV), pero fue descubierto y escapó a Zaragoza.
El pueblo zaragozano se sublevó el 24 de mayo de 1808 y un grupo de labradores del Arrabal, con el tío Jorge a la cabeza, le entregaron al general la Capitanía General de Zaragoza. Tras los dos Sitios de Zaragoza los franceses lo apresaron y encarcelaron en el castillo de Vincennes (junto a París). Fue puesto en libertad en 1813, cuando regresó a España y se instaló en Madrid. Se casó con Francisca Soler y Durán, de cuyo matrimonio nació Francisco Pilar Mariano de Rebolledo Palafox. El general se alejó de la vida oficial, pero fue utilizado por la monarquía como "comodín liberal" cuando la situación de la Corona se tornaba crítica.
Fue arrestado por participar en la conspiración ‘La Isabelina’ y, aunque proclamó su inocencia, no fue absuelto hasta un año más tarde. Murió en 1847 y fue enterrado en la iglesia de Atocha de Madrid, sede entonces del Establecimiento de Inválidos que presidía. En 1902 sus restos fueron trasladados al Panteón de Hombres Ilustres de Madrid y, desde 1958, sus restos descansan en la cripta de la Basílica del Pilar


Agustina de Aragón
(Barcelona, 1786 - Ceuta, 1857)


Agustina Raimunda Zaragoza y Doménech era la hija de un matrimonio leridano que se trasladó a Barcelona. A los 15 años se casó con Juan Roca, artillero de 22 años. Él tuvo que ir a Zaragoza para defender la ciudad en la Guerra de la Independencia y ella le acompañó. El 2 de julio, vio cómo los franceses habían acabado con toda la defensa zaragozana, dejando una brecha perfectamente abierta para entrar en la ciudad. Agustina pasaba entonces al lado de un sargento que estaba colocando un botafuego para disparar un cañón, pero los franceses le dispararon y cayó muerto. La heroína prendió el cañón y la bomba hizo estragos ante el enemigo. Su acto supuso una gran inyección de moral entre la maltrecha tropa aragonesa. Palafox, presente en aquel momento histórico, quitó las jinetas al sargento fallecido y se las colocó a Agustina.
Tras la capitulación, fue hecha prisionera y trasladada a Francia con su marido y su hijo, pero el niño murió. A su regreso a España participó en varios combates, hasta que su marido falleció. En 1823 se marchó a Almería y se casó con Juan Cobos, con el que tuvo una hija llamada Carlota. Terminó sus dias en Ceuta, donde fue enterrada. Veintitrés años más tarde, sus restos se trasladaron a Zaragoza, a la cripta del Pilar, hasta que en 1908 se realizó su enterramiento definitivo en el Panteón de las Heroínas de la Iglesia del Portillo.

 Tío Jorge

(Zaragoza, 1755 -  1808)


Jorge Ibor Casamayor era un labrador que vivía en el Arrabal. Bajo de estatura, robusto y de cuello muy corto (en el vecindario le conocían como "cuellocorto"), ostentaba cierta autoridad sobre sus convencinos porque era de los pocos que sabía leer y escribir. En casi todos los grabados aparece con ropas de labrador y un trabuco. Eso sí, luciendo por encima sus dos charreteras de capitán y un sable colgado del cinto. Defendió activamente el Arrabal frente a las tropas del francés Murat.


 Casta Álvarez

(Zaragoza, 1786 - Cabañas de Ebro, 1846)


La maña Casta Álvarez nunca fue herida en combate pero destacó por su impulso a la hora de la lucha. Después de la guerra se casó con un agricultor de Cabañas de Ebro, al que sobrevivió muchos años y del que no tuvo descendencia.
Su vida tomó un cariz de discreción tras el histórico enfrentamiento, hasta tal punto que su personaje ha sido pasto de las más variadas leyendas. Hay quien dice que era tomada por loca y que la gente se mofaba de ella; otros cuentan que incluso cuando iba a Zaragoza a cobrar la pensión de guerra, los empleados de la contaduría se aprovechaban de su indefensión y se quedaban el dinero. En el centenario de Los Sitios, sus restos se trasladaron a Zaragoza tras un digno funeral en Cabañas, donde se dio su nombre a la calle en que vivió (lo mismo se hizo en Zaragoza). Ahora descansa en la Capilla de las Heroínas de Iglesia del Portillo.










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