La
Historia ha reservado la categoría de mitos de Los Sitios a Palafox y Agustina
de Aragón, pero no fueron, ni mucho menos, las únicas personas que destacaron
en esta contienda preeminentemente civil. Nombres como el padre Boggiero, Casta
Álvarez, Mariano Renovales, Manuela Sancho y un largo etcétera, tan cotidianos
en el callejero de Zaragoza, también merecen ser recordados.
(Zaragoza, 1775 - Madrid, 1847)
José Rebolledo Palafox y Melci era el
tercer hijo de los marqueses de Lazán. Estudió en las Escuelas Pías de
Zaragoza, donde el padre Boggiero ejerció como su preceptor.
Luego ingresó en la guardia personal del rey Carlos IV. Antes de los
levantamientos del 2 de mayo, fue testigo de los sucesos de Aranjuez mientras
custodiaba al presidente Manuel Godoy. Cuando la Familia Real se trasladó a
Bayona, llegó hasta allí y trató de formar una regencia con el infante Antonio
(hermano menor de Carlos IV), pero fue descubierto y escapó a Zaragoza.
El pueblo zaragozano se sublevó el 24
de mayo de 1808 y un grupo de labradores del Arrabal, con el tío Jorge a la
cabeza, le entregaron al general la Capitanía General de Zaragoza. Tras los dos
Sitios de Zaragoza los franceses lo apresaron y encarcelaron en el
castillo de Vincennes (junto a París). Fue puesto en libertad en 1813,
cuando regresó a España y se instaló en Madrid. Se casó con Francisca Soler y
Durán, de cuyo matrimonio nació Francisco Pilar Mariano de Rebolledo Palafox.
El general se alejó de la vida oficial, pero fue utilizado por la monarquía
como "comodín liberal" cuando la situación de la Corona se tornaba
crítica.
Fue arrestado por participar en la
conspiración ‘La Isabelina’ y, aunque proclamó su inocencia, no fue absuelto
hasta un año más tarde. Murió en 1847 y fue enterrado en la iglesia de Atocha
de Madrid, sede entonces del Establecimiento de Inválidos que presidía. En 1902
sus restos fueron trasladados al Panteón de Hombres Ilustres de Madrid y, desde
1958, sus restos descansan en la cripta de la Basílica del Pilar.
Agustina de Aragón
(Barcelona, 1786 - Ceuta, 1857)
Agustina Raimunda Zaragoza y Doménech
era la hija de un matrimonio leridano que se trasladó a Barcelona. A los 15
años se casó con Juan Roca, artillero de 22 años. Él tuvo que ir a Zaragoza
para defender la ciudad en la Guerra de la Independencia y ella le acompañó. El
2 de julio, vio cómo los franceses habían acabado con toda la defensa
zaragozana, dejando una brecha perfectamente abierta para entrar en la ciudad.
Agustina pasaba entonces al lado de un sargento que estaba colocando un
botafuego para disparar un cañón, pero los franceses le dispararon y cayó
muerto. La heroína prendió el cañón y la bomba hizo estragos ante el
enemigo. Su acto supuso una gran inyección de moral entre la maltrecha tropa
aragonesa. Palafox, presente en aquel momento histórico, quitó las
jinetas al sargento fallecido y se las colocó a Agustina.
Tras la capitulación, fue hecha prisionera y trasladada a Francia con su marido y su hijo, pero el niño murió. A su regreso a España participó en varios combates, hasta que su marido falleció. En 1823 se marchó a Almería y se casó con Juan Cobos, con el que tuvo una hija llamada Carlota. Terminó sus dias en Ceuta, donde fue enterrada. Veintitrés años más tarde, sus restos se trasladaron a Zaragoza, a la cripta del Pilar, hasta que en 1908 se realizó su enterramiento definitivo en el Panteón de las Heroínas de la Iglesia del Portillo.
Tras la capitulación, fue hecha prisionera y trasladada a Francia con su marido y su hijo, pero el niño murió. A su regreso a España participó en varios combates, hasta que su marido falleció. En 1823 se marchó a Almería y se casó con Juan Cobos, con el que tuvo una hija llamada Carlota. Terminó sus dias en Ceuta, donde fue enterrada. Veintitrés años más tarde, sus restos se trasladaron a Zaragoza, a la cripta del Pilar, hasta que en 1908 se realizó su enterramiento definitivo en el Panteón de las Heroínas de la Iglesia del Portillo.
Tío Jorge
(Zaragoza, 1755 - 1808)
Jorge Ibor Casamayor era un labrador
que vivía en el Arrabal. Bajo de estatura, robusto y de cuello muy corto (en el
vecindario le conocían como "cuellocorto"), ostentaba cierta
autoridad sobre sus convencinos porque era de los pocos que sabía leer y
escribir. En casi todos los grabados aparece con ropas de labrador y
un trabuco. Eso sí, luciendo por encima sus dos charreteras de capitán y un
sable colgado del cinto. Defendió activamente el Arrabal frente a las tropas
del francés Murat.
Casta Álvarez
(Zaragoza, 1786 - Cabañas de Ebro,
1846)
La maña Casta Álvarez nunca fue
herida en combate pero destacó por su impulso a la hora de la lucha. Después de
la guerra se casó con un agricultor de Cabañas de Ebro, al que sobrevivió
muchos años y del que no tuvo descendencia.
Su vida tomó un cariz de discreción
tras el histórico enfrentamiento, hasta tal punto que su personaje ha
sido pasto de las más variadas leyendas. Hay quien dice que era tomada
por loca y que la gente se mofaba de ella; otros cuentan que incluso cuando iba
a Zaragoza a cobrar la pensión de guerra, los empleados de la contaduría se
aprovechaban de su indefensión y se quedaban el dinero. En el centenario de Los
Sitios, sus restos se trasladaron a Zaragoza tras un digno funeral en Cabañas,
donde se dio su nombre a la calle en que vivió (lo mismo se hizo en Zaragoza).
Ahora descansa en la Capilla de las Heroínas de Iglesia del Portillo.
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