La encerrona ideada por Napoleón contra la monarquía española se cierra con el traslado también a
Bayona del Infante don Antonio. La escena que transcurre en el patio del
Palacio es el detonante del levantamiento y el inicio de la insurrección en
toda España.
Cuando
Fernando VII partió desde Madrid hacia Bayona, nombró una junta de Gobierno
presidida por el infante don Antonio e integrada por cuatro ministros de su,
hasta entonces, efímero reinado. Esta Junta sería depositaria de una soberanía
que no será capaz de ejercer a satisfacción de los españoles que demandaban una
actitud firme frente a los invasores franceses.
El descontento
de la población ante el descrédito que le merecía la Junta, sería el
desencadenante del conflicto. El incidente que hizo estallar la crisis fue el
traslado del infante don Francisco de Paula, el único de los hijos de Carlos IV
que aún permanecía en Madrid. Un grupo de personas intentó que abandonara la
villa y atacó a un escuadrón francés que sólo pudo salvarse del linchamiento
gracias a la intervención de un destacamento de soldados españoles. Estos
incidentes determinaron una violenta reacción popular que se extendió por toda
la ciudad. Las tropas francesas que se hallaban acantonadas en los alrededores
de la ciudad acudieron a sofocar la revuelta, que cobraba por momentos una
mayor dimensión.

El 2 de mayo de1808, la multitud comenzó a concentrarse ante el Palacio
Real. El gentío vio como los soldados franceses sacaban del palacio a la reina
de Etruria, cuya salida no produjo conmoción alguna. La presencia de otro coche
hace deducir que está destinado al infante Francisco de Paula. Al grito de ¡Que
nos lo llevan!, el gentío penetró en el palacio. El infante se asoma a un
balcón aumentando el bullicio en la plaza. Este tumulto fue aprovechado por
Murat, el cual despachó rápidamente a un batallón de granaderos de la Guardia Imperial
al palacio, acompañado de artillería, que disparó en contra de la multitud. Al
deseo del pueblo de impedir la salida del infante, se unió la de vengar a los
muertos y la de deshacerse de los franceses. La lucha se extendió por todo
Madrid.
Los madrileños descubrieron en ese instante las necesidades de la guerra
callejera: constitución de partidas de barrio comandadas por caudillos
espontáneos; obligación de proveerse de armas (luchaban navajas frente a
sables); necesidad de impedir la llegada de nuevas tropas francesas...
Todo esto no fue suficiente y Murat pudo poner en práctica una táctica tan
sencilla como eficaz. Cuando los madrileños quisieron hacerse con las puertas
de la cerca de Madrid para impedir la llegada de las fuerzas francesas
acantonadas fuera de Madrid, el grueso de las tropas de Murat (unos 30.000
hombres) ya había penetrado en la ciudad, haciendo un movimiento concéntrico
para adentrarse en Madrid.
Si bien la resistencia al avance francés fue mucho más eficaz de lo que
Murat había previsto, especialmente en la Puerta de Toledo, la Puerta del Sol y el Parque de Artillería de
Monteleón, esta operación permitió a Murat someter a Madrid bajo la
jurisdicción militar. Esto fue, tratar a los madrileños como rebeldes. Puso
igualmente bajo sus órdenes a la
Junta de Gobierno.
Poco a poco, los focos de resistencia fueron cayendo. Acuchillamientos,
degollamientos, detenciones... Mamelucos y lanceros napoleónicos extremaron su
crueldad con el pueblo madrileño. Cientos de españoles, hombres y mujeres, y
soldados franceses murieron en esta refriega. El lienzo de Goya, La Carga de los Mamelucos
refleja la luchas.
Mientras tanto, los militares españoles permanecieron, siguiendo órdenes
del capitán general Francisco Javier Negrete, acuartelados y pasivos. Sólo los
artilleros del parque de Artillería sito en el Palacio de Monteleón
desobedecieron las órdenes y se unieron a la insurrección. Los héroes de mayor
graduación fueron los capitanes Luis Daoiz y Torres (que asumió el mando de los
insurrectos por ser el más veterano) y Pedro Velarde Santillán. Con sus hombres
se encerraron en el Parque de Artillería de Monteleón y, tras repeler una
primera ofensiva francesa al mando del general Lefranc, murieron luchando
heroicamente ante los refuerzos enviados por Murat.
LOS HÉROES DEL DOS DE MAYO
Los capitanes Daoíz y Velarde se convirtieron en los héroes del 2 de Mayo.
Lideraron la casi anecdótica repuesta del Ejército español cuando, desde el
Parque de Artillería de Monteleón, hicieron
frente a las tropas del General Murat con tan sólo 200 hombres. Velarde que
había llegado a Madrid en 1806 como secretario económico de Artillería, el día
2 solicitó refuerzos para defender el parque y salió con una compañía de 33
soldados. Convenció a Daoíz para que lo abriera y entregara las armas a los
madrileños y participó en la defensa del acuartelamiento.
A pesar de las órdenes
expresas de no entrar en combate contra los franceses, los dos artilleros se
pusieron del lado del pueblo español. Lucharon para que no solo el pueblo de
Madrid se levantase contra los franceses sino para que se uniesen en la lucha
el ejército y demás estamentos.

Daoiz y
Velarde no contaron con refuerzos y resistieron hasta la
muerte sin apoyo de la Junta de gobierno ni de los propios militares. A pesar
de ello, fueron uno de los ejemplos de los levantamientos posteriores al 2 de
mayo de Madrid.
Tras la llegada de Velarde mandó
colocar cañones para defenderse del ataque y en la lucha resultó herido, pero
aún recibió, sable en mano, a los generales Lagrange y Lefranc, cuando entraron
en el parque. Lagrnage atacó al capitán y, cuando este intentó responder, fue
abatido a bayonetazos. Murió de un disparo en el pecho antes de que éste se rindiera. Daoíz, por
su parte, era ya un militar de brillante carrera que había participado en la
defensa de Ceuta y Orán, en la
Guerra del Rosellón y en la defensa de Cádiz. «Daoíz fue alcanzado por la
espalda con una bayoneta y posteriormente acribillado a estocadas» El asalto
definitivo asoló a los españoles, que se vieron superados por una fuerza 30
veces mayor. A su vez, el fuego de algunas unidades de tiradores franceses
situados en balcones y casas hizo bajar rápidamente el número de defensores. En
el fragor de la batalla, y como explica en este caso Benito Pérez
Galdós en uno de sus «Episodios Nacionales», «Daoíz fue
alcanzado por la espalda con una bayoneta y posteriormente acribillado a
estocadas». El valiente capitán había defendido hasta su último
aliento Monteleón, pero todo su valor no había conseguido detener a los
franceses.
Por su parte, Velarde
cayó cuando acudía junto a varios fusileros a reforzar una de las entradas.
Un oficial polaco le disparó a quemarropa en el corazón haciendo que su cuerpo
cayera con violencia en el suelo. Todo había acabado.
«El cuerpo de Daoíz fue
trasladado a su casa, y el de Velarde fue profanado por el enemigo hasta que
horas más tarde fue recogido y trasladado primero al cuartel y posteriormente a
la iglesia de San Martín, donde fue amortajado con un hábito de San Francisco;
al día siguiente, fue enterrado en el lugar denominado El Jardinillo, dentro
del templo, junto a Daoíz», determina en este caso Galdós. Ambos acabaron como
empezaron, juntos.
En marzo de
1814, se aprobó la exhumación de los restos de los generales Daoiz y Velarde
para que fueran trasladados, el 2 de mayo del mismo año, de la iglesia de San
Martín a la colegiata de San Isidro el Real.
En la actualidad, los restos de los generales se encuentran en el
Monumento a los héroes del Dos de mayo del Paseo del Prado de Madrid
que se construyó en 1840. Además, los dos leones de bronce que presiden la
entrada del Congreso de los Diputados reciben los nombres de
“Daoiz y Velarde” en honor a ambos militares.
MANUELA MALASAÑA
La defensa popular de la patria contra los franceses se encarnó en la
figura de una joven de apenas 15 años, una costurera de un taller de bordadoras
llamada Manuela Malasaña. Imágenes y leyendas glorifican la supuesta gesta de
la heroína popular, pero en realidad poco se sabe con certeza acerca de su vida
y de su muerte. Según el escritor Fernández de los Ríos, Manuela Malasaña
moriría mientras ayudaba a cargar el arma de su padre a las puertas del Cuartel
de Artillería. Así la imaginó el pintor Álvarez Dumont, muerta a los pies de un
soldado de la caballería francesa mientras su padre la vengaba… Sin embargo,
ninguna de estas dos versiones pudo ser cierta, ya que se sabe que por entonces
la costurera era huérfana. Más crédito tiene la investigación de Cambronero que
se nutre de supuestas versiones de testigos y que sitúa la muerte de la heroína
una vez que había concluido ya el levantamiento y cuando los franceses imponían
la represión entre la tarde-noche del 2 y el día 3. Manuela Malasaña sería
abordada por una pareja de soldados franceses que intentarían seducirla en
plena calle, y moriría a tiros después de defenderse con unas pequeñas tijeras
de costura.
Fue enterrada en el Hospital de la Buena
Dicha en la calle de Silva que había sido fundado en 1594 y
que acogía a la gente pobre. En este lugar fueron atendidos muchos de los
heridos en este día del 2 de Mayo y fueron enterrados muchos de los caídos.
El nombre de Manuela Malasaña consta con el nº 74 en la relación de
víctimas que se conserva en los archivos militares y municipal de Madrid. Según
un estudio hecho en 1908 hubo 409 muertos identificados y 170 heridos. Su
retrato se encuentra en la Sala
de Heroínas del Museo del Ejército.
Manuela debía ser famosa en su barrio por su juventud y simpatía, y el
hecho de morir tan joven y entregando su vida a la causa de la libertad hizo
que se creara en torno a su memoria una gran leyenda de heroína.
Bando de los Alcaldes de Móstoles, Andrés Torrejón y Simón Hernández. Las
noticias del levantamiento de Madrid se extienden por España y se inicia la
insurrección. En realidad, éste fue redactado por el aristócrata Juan
Pérez Villamil. El bando tenía una misión específica: avisar a los
pueblos de Toledo y Extremadura para que movilizaran milicias que acudiesen a
socorrer a Madrid, ocupada por los franceses. Se puede descartar que este bando
constituyera una verdadera declaración de guerra a Napoleón y los franceses,
acto que llevó a cabo la Junta Suprema
Central de Sevilla un mes más tarde (6 de junio de 1808).
El texto del bando es el siguiente:
Señores Justicias de los pueblos a
quienes se presentase este oficio, de mí el Alcalde de la villa de Móstoles:
Es notorio que los Franceses apostados en las
cercanías de Madrid y dentro de la
Corte, han tomado la defensa, sobre este pueblo capital y las
tropas españolas; de manera que en Madrid está corriendo a esta hora mucha
sangre; como Españoles es necesario que muramos por el Rey y por la Patria, armándonos contra
unos pérfidos que so color de amistad y alianza nos quieren imponer un pesado
yugo, Después de haberse apoderado de la Augusta persona del Rey; procedamos pues, a tomar
las activas providencias para escarmentar tanta perfidia, acudiendo al socorro
de Madrid y demás pueblos y alentándonos, pues no hay fuerzas que prevalezcan
contra quien es leal y valiente, como los Españoles lo son.
Dios guarde a Ustedes muchos años.
Móstoles dos de Mayo de mil ochocientos y ocho.
Andrés Torrejón
Simón Hernández