Al comenzar el mes
de junio de 1808 Valladolid se encuentra en estado de sublevación contra las
tropas francesas. El mariscal francés Bessieres teme que la revuelta corte las
comunicaciones con Madrid y manda a la División de Merle poner en orden
Valladolid. El 11 por la noche se une en Dueñas con las tropas del general
Lasalle que han sembrado el terror en Torquemada y ocupado Palencia. Al conocerse
en Valladolid la aproximación del enemigo, los paisanos más entusiastas se
encaminan al puente de Cabezón donde piensan detener a los franceses.
Principalmente la fuerza la componen los estudiantes de la Universidad, que
improvisadamente forman un batallón al que dan el nombre de “Literatos”,
también les acompaña otro batallón formado por los comerciantes de Valladolid.
Al Capitán General, don Gregorio García de la Cuesta, no le queda más remedio
que seguir el movimiento con sus tropas. Cuando llegan a Cabezón se le unen los
vecinos de la villa y de los pueblos cercanos, todos están deseosos de
enfrentarse a los franceses. Cuesta despliega sus tropas en la orilla derecha
del Pisuerga, dejando a su espalda el puente de Cabezón, su única vía de
retirada. Los españoles forman un amplio arco de círculo, a caballo sobre la
carretera de Palencia. A derecha e izquierda, destacamentos sueltos de paisanos
vigilan los vados. La artillería se halla dispuesta más bien para ametrallar a
las fuerzas propias que para detener a las contrarias.
A las diez de la
mañana del 12 de junio las fuerzas francesas se enfrentan con el grueso del
ejército de Cuesta, y el general francés, al apreciar lo absurdo del
dispositivo español, se decide a precipitar los acontecimientos. A tal fin
establece sus piezas de artillería y cañonea el centro español, lanzando
después a la carga su caballería, seguida de cerca por la infantería. Los
estudiantes, junto a los paisanos de los pueblos de Valladolid que se les han
unido y los vecinos de Cabezón, luchan bravamente. Resisten las primeras
acometidas francesas, pero en menos de una hora todo ha terminado: las granadas
francesas, al estallar en medio de la caballería española, cuyos jinetes y
monturas no están acostumbrados a soportar el fuego de artillería, se desbanda
por completo y se retiran a galope tendido por el puente, con Cuesta a la
cabeza, en dirección a Valladolid. La infantería, menos afortunada, no puede
retirarse por el mismo sitio al hallarse interceptado el puente por los fugitivos
y los perseguidores y muchos son acuchillados por los franceses o tienen que
arrojarse al río, donde una gran parte de ellos perecen ahogados. Ese mismo día
a las cuatro de la tarde, entran los franceses en Valladolid.
Una vez derrotadas
las tropas españolas, los franceses entran en la villa de Cabezón robando todo
lo que encuentran a su paso. Después los vecinos tendrán que acercarse a la
ciudad de Valladolid para recomprar, por doscientos reales, el incensario y la
concha de plata de bautizar, al relojero Josep, que a su vez se los había
comprado a los franceses que lo sustrajeron de la iglesia; y ciento cuarenta y
cuatro reales que abonaron a los alemanes, por la paz y otros objetos de la
iglesia. El copón nunca aparecerá, teniendo que hacerse uno nuevo.