sábado, 15 de mayo de 2021

15 DE MAYO DE 1904. INAUGURACIÓN DEL MONUMENTO AL CANTOR DEL DOS DE MAYO, BERNARDO LÓPEZ GARCÍA

 

 En la Plaza de los Jardinillos de Jaén se encuentra el monumento dedicado a Bernardo López García, poeta giennense, cantor “al 2 de Mayo” realizado por el escultor de Santisteban del Puerto Jacinto Higueras Fuentes. Fue inaugurado por el Rey Alfonso XIII el 15 de mayo de 1904. Este busto ha tenido varios emplazamientos en sus 117 años de historia. Primero estuvo en la Plaza de San Francisco, junto a la cripta de la Catedral de Jaén, de allí pasó a la Plaza de los Jardinillos, después al Paseo de la Alameda y finalmente, de nuevo a su ubicación actual.

Bernardo López García nació en Jaén el 11 de noviembre de 1838. Fueron sus padres D. Fernando López Martínez, natural de Vélez-Málaga, y D.ª María Presentación García, natural de Burgo de Osma. Realizó sus primeros estudios en el Instituto provincial de Jaén, dirigido por don Manuel Muñoz y Garnica,  los continuó en Granada en el Colegio de Santiago, y después en la Universidad Central. 

 En 1855, con motivo de la muerte de su madre acaecida el 23 de abril, escribió sus primeros versos que no han llegado hasta nosotros.  La primera poesía que vio la luz pública fue una canción Al Guadalquivir. La segunda y la que reveló al poeta, fue la oda A Asia, publicada en La Discusión en 1859.  A esta siguió una serie de odas y canciones que le dieron una gran reputación literaria. La pérdida de sus padres, y del mayor número de sus hermanos, le trajeron de nuevo a Jaén, en donde contrajo matrimonio en febrero de 1864, con D.ª María del Patrocinio, hija de D. Manuel Padilla y Muñoz, y D.ª Carmen Ortega con la que tuvo una hija, María de la Aurora.  

Antimonárquico y de tendencias revolucionarias, participó en los sucesos de Loja (1861), lo que le valió ser apartado del Romancero de Jaén, que algunos poetas locales escribieron con motivo de la visita de Isabel II a la ciudad. En 1866 publicó en El Eco del País, donde era redactor, su celebérrima oda patriótica "El dos de mayo", Fallece de tisis en Madrid el 15 de noviembre de 1870. Sus restos son trasladados a Jaén en 1899 y enterrados en el cementerio de San Eufrasio, en un mausoleo rematado por una figura femenina alegórica a la poesía, obra de Tomás Cobo.
 
 A continuación reproduzco la Oda al Dos de mayo. La primera estrofa de este poema se hizo tan popular que se le llamó «el cantor del dos de mayo».

Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes pendones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte las canciones.

Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron
¡a ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!

Doquiera la mente mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva
contando tu valentía.
Desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola,
hasta el África, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!

Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones.
Nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria;
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo,
ni en los ámbitos del mundo,
ni en el libro de la historia.

Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia,
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial.
En tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros;
porque, indómitos y fieros,
saben hacer sus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros.

Y aún hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto.
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia abriré la historia;
¡presta luz a mi memoria!
y el mundo y la patria, a coro,
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.

Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo,
cantando guerra, hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león
ansiando a España regir;
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser,
pueblo que sabe morir.

¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!

La virgen, con patrio ardor,
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en su pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor,
y, cuando calmado está,
grita al hijo que se va:
«¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate, y muere:
tu madre te vengará!»

Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes;
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libres pendones
el grito de patria zumba
y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba!

¡Mártires de la lealtad,
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad,
¡en la tumba descansad!
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero!

viernes, 7 de mayo de 2021

ORDEN DEL GENERAL MURAT PUBLICADA EN LA GACETA EL 6 DE MAYO DE 1808

 

El general Murat publica en la Gaceta de Madrid una orden que dice: “Mal aconsejado, el populacho de Madrid se ha levantado y ha cometido asesinatos” sin que la Junta de Gobierno se oponga.

Orden del día:

Soldados: mal aconsejado el populacho de Madrid, se ha levantado y ha cometido asesinatos. Bien sé que los españoles que merecen el nombre de tales han lamentado tamaños desórdenes, y estoy muy distante de confundir con ellos a unos miserables que sólo respiran robos y delitos. Pero la sangre francesa vertida clama venganza.
 

Art. 1. Esta noche convocará el General Grouchy la comisión militar.

Art. 2. Serán arcabuceados todos cuantos durante la rebelión han sido presos con armas.

Art. 3. La Junta de Gobierno va a mandar desarmar a los vecinos de Madrid. Todos los moradores de a corte, que pasado el tiempo prescrito para la ejecución de esta resolución anden con armas, o las conserven en su casa sin licencia especial, serán arcabuceados.

Art. 4. Todo corrillo que pase de ocho personas, se reputará reunión de sediciosos y se disipará a fusilazos.

Art. 5. Toda villa o aldea donde sea asesinado un francés será incendiada.

Art. 6. Los amos responderán de sus criados, los empresarios de fábricas de sus oficiales, los padres de sus hijos y los prelados de conventos de sus religiosos.

Art. 7. Los autores de libelos impresos o manuscritos que provoquen a la sedición, los que los distribuyeren o vendieren, se reputarán agentes de la Inglaterra, y como tales serán pasados por las armas.

Dado en nuestro cuartel general de Madrid, a 2 de mayo de 1808.

Joaquín. Por mandato de S.A.I. y R., el Jefe de Estado Mayor General: Belliard”.

Gaceta de Madrid, 6 de mayo de 1808

 

martes, 4 de mayo de 2021

5 DE MAYO 2021: II CENTENARIO DE LA MUERTE DE NAPOLEÓN EN LA ISLA DE SANTA ELENA

 El 26 de febrero de 1815 Napoleón abandonó la isla de Elba donde estaba recluido desde el 4 de mayo de 1814  y su barco puso rumbo a la costa francesa. El 20 de marzo ya pasó la noche en las Tullerias tras ser recibido por una muchedumbre. Empezaba así lo que se ha llamado el gobierno de los Cien Días. Napoleón nombró ministros y otorgó una constitución de signo liberal. Sabiendo que los aliados no tardarían en reaccionar, reunió un enorme ejército. Pero sus adversarios disponían de muchos más. Waterloo, la batalla decisiva,  se libró el 18 de junio de 1815 en una llanura de la actual Bélgica. Tras su nueva y definitiva derrota Napoleón se replegó hacia París. Después se dirigió a Rochefort y a la isla de Aix, en la costa atlántica, donde pudo haber embarcado rumbo a América. Sin embargo, prefirió entregarse a los ingleses. 

El gobierno Británico decidió que el corso sería desterrado a una isla, pero esta vez muy lejos de Europa. Una isla del hemisferio sur, Santa Helena. El 17 de octubre de 1815. Desembarcaba en la isla a bordo del Norhumberland, un navío de guerra de la Royal Navy, muy bien custodiado por una flota y 2.500 soldados.  A su confinamiento le acompañaron algunos de sus hombres más leales. Uno de ellos, el conde Las Cases, su secretario, escribió el Memorial de Santa Helena, publicado en Londres el 1823 en 8 volúmenes. Para todos sus acompañantes, Napoleón seguía siendo su emperador, cosa que naturalmente irritaba a los ingleses. Estos no lo trataron con guantes de seda precisamente. Para empezar, le llamaban general Bonaparte, lo cual hería su megalomanía. Al llegar a Santa Helena, Napoleón y sus acompañantes fueron alojados en unas barracas de madera levantadas para guardar ganado. Napoleón, que había vivido en muchos palacios, ahora se alojaba en una choza.   
 
El destierro de Napoleón en Santa Helena duró seis años. Cansados de él, algunos de sus hombres le abandonaron y volvieron a Francia. Las Cases, su secretario, dejó la isla en 1816. El  Emperador falleció el sábado 5 de mayo de 1821 a las 5:49 de la tarde, a la edad de 55 años. Los granaderos Ingleses que portaron a hombros el féretro lo hicieron bajo las banderas de los regimientos 66º y 20º, que llevaban grabados en oro los nombres de Talavera, Albuera, Vitoria y Pirineos. Dos días antes de su muerte recibiría la extremaunción de manos del Abate Vignali, y que, en su testamento del 15 de abril de 1821, declararía que “muero en la Fe Romana y Apostólica, en cuyo seno nací hace más de cincuenta años” añadía que “sus cenizas reposen en  las orillas del Sena, en medio de la nación francesa a la que tanto he amado”. Oficialmente murió a causa de un cáncer de estómago. La tesis de un posible envenenamiento con arsénico ha sido muy controvertida. El cadáver del emperador recibió sepultura en un valle próximo a Longwood. La tumba quedó en blanco porque el gobernador inglés, Sir Hudson Lowe, se negó a grabar el título imperial y los generales franceses que lo acompañaron hasta el final, Bertrand y Montholon, no aceptaron que simplemente pusiese el nombre de “Napoleón Bonaparte”.  
 

La repatriación de los restos de Napoleón tuvo lugar en el año 1840, durante el reinado de Luis Felipe. Para que los restos del emperador volvieran a Francia era necesario el permiso de los británicos y el del monarca francés. Con Luis Felipe no hubo problemas. El gobierno británico fue más reacio a la repatriación, pero al final accedió a ella a cambio de conservar su influencia en la llamada “Cuestión de Oriente.” La fosa se abrió en presencia de británicos y franceses. El monarca francés había enviado a Santa Helena a su hijo para proceder a la exhumación. El cadáver aún era reconocible. Fue transportado a Francia y llevado a los Inválidos.

Todavía descansan allí y sus restos están protegidos por seis ataúdes. A su lado yace su hijo Napoleón François Joseph Charles Bonaparte, que pasó a la historia con el título que recibió al nacer Rey de Roma, conocido después de fallecido con el sobrenombre de  L’Aiglon- el Aguilucho-. El majestuoso sarcófago de pórfido rojo de los Inválidos fue diseñado por Luis Visconti, pero no fue inaugurado hasta 1861 cuando ya en Francia gobernaba Napoleón III que estuvo casado con la noble española Eugenia de Montijo, condesa de Teba. Todo estaba acabado. Napoleón dormía a orillas del Sena, en medio de ese pueblo francés que tanto había amado. Veinticinco años solamente habían pasado desde 1815, desde Waterloo. La Leyenda había vencido a la Historia. Napoleón no se había equivocado. En los días más negros de Santa Elena, había dicho:

- Oiréis otra vez a París gritar «¡Viva el Emperador!»