domingo, 4 de abril de 2021

ABRIL DE 1808: FERNANDO VII PARTE PARA FRANCIA Y AUMENTA LA TENSIÓN EN MADRID

 

El mes de abril de 1808 se desarrolló en medio de una gran tensión. Prueba de ello fue el ingreso en los hospitales de unos cuarenta soldados franceses. Incrementó esta tensión la marcha del nuevo rey Fernando VII, hacia Bayona.

5 de abril 1808: Murat, que ya dispone de unos 60.000 hombres acuartelados en Madrid, exige en nombre de Napoleón que se le entregue la espada del rey francés Francisco I, vencido en la Batalla de Pavía por las tropas de Carlos V, y que se guardaba en El Escorial. La espada permaneció dentro de la colección real, en España, durante 283 años.

10 de abril de 1808: Con la excusa de concertar una entrevista entre Fernando VII y Napoleón, Murat convence al Rey para que salga de Madrid, a fin de encontrarse con el Emperador en Burgos. En su ausencia, queda a cargo de los asuntos de Estado una Junta Suprema de Gobierno, presidida por el infante D. Antonio, al que se recomienda obedecer a Murat, ya por entonces dueño y señor de la Corte.

12 de abril de 1808: Fernando VII llega a Burgos a las cuatro y media de la tarde, y fue a aposentarse a casa de Valdés, frente a la puerta alta de la Catedral, pero Napoleón no hace acto de presencia y el Rey es conminado a proseguir su camino hasta Vitoria, donde esta vez sí, según los franceses, se debe de producir la entrevista. Ya para entonces la orden del ejército francés es la de detener al Rey en caso de que pretenda dar media vuelta. Sin embargo, no es necesario, ya que Fernando VII acepta proseguir el camino.

15 de abril de 1808: El rey arribó a Vitoria , alojándose en el edificio del Ayuntamiento. Allí se encontró con que varios dignatarios españoles que insistían en disuadirle de que continuara el viaje y que comenzara a preparar la resistencia ante lo que cada vez se parecía más a una invasión. Alarmado por la iniciativa del rey, Mariano Luís de Urquijo —influyente ministro de su padre— viajó hasta Vitoria para instar a Fernando VII a que no traspasara la frontera hasta que fuera reconocido por Napoleón como rey de España. Fernando VII contestó a Urquijo que era inútil la resistencia ante el ejército de 100.000 hombres que tenían los franceses en España. El rey pensaba que, para contentar al Emperador bastaría con hacerle varias concesiones sobre territorios y comercio.

El cura Escoiquiz y el resto de miembros de «la camarilla» estaban de acuerdo con el rey en la inutilidad de resistirse a los franceses, siendo partidarios de ir en busca del emperador para contentarle cuanto antes y conseguir que confirmase a Fernando VII en el trono. El control del rey por parte de la escolta de caballería francesa del general Savary y la desconfianza hacia el grupo de Escoiquiz motivaron que Urquijo, el alcalde de Vitoria y el Diputado general de Álava llegaran a concebir un plan para sacarle al rey disfrazado de la ciudad. Según éste, el general Arteaga y el duque de Mahón-Crillón deberían de conducir al rey hasta Bilbao y desde allí trasladarlo a un territorio nacional libre de franceses, desde el que organizar la resistencia.

El general Savary  acabó por convencer a Fernando VII de que si él  viajaba hasta Bayona, Napoleón sabría apreciar ese gesto y le reconocería como rey; el cura Escoiquiz y la camarilla estuvieron de acuerdo. Por ello el Rey acabó por aceptar viajar. 

Al amanecer del día 19, comenzaron los preparativos para la partida. Para ser más discretos dispusieron que saliera por la puerta trasera del edificio, que da a la calle Mateo Moraza. Avisados por los paisanos que montaban guardia, en el lugar pronto se concentraron cientos de vitorianos. Cuando vieron que los servidores y palafreneros empezaban a enganchar las mulas de la carroza, empezaron a gritar que no se marchara. Al salir Fernando VII y subirse a la carroza, la multitud se abalanzó sobre el carruaje, desbordando a la guardia. Un alguacil llamado Rico y el industrial Martín Susaeta cortaron los tirantes de la carroza y desengancharon las mulas; los congregados respondieron con una gran ovación.

 El Rey se bajó de la carroza y regresó al interior del edificio del ayuntamiento. Fernando VII pidió al sacerdote Escóiquiz que redactase inmediatamente un decreto con el fin de calmar a los vitorianos. El decreto fue a continuación leído a los congregados en la calle: “El Rey está agradecidísimo al extraordinario afecto de su leal pueblo … pero siente que pase de los límites debidos y pueda degenerar en falta de respeto …”. Continuaba el escrito argumentando que realizaba este viaje porque confiaba en la cordialidad y sincera amistad de su aliado el emperador. El texto finalizaba ordenando que: “… se tranquilicen y esperen, que antes de cuatro o seis días darán gracias a Dios y a la prudencia de S.M. de la ausencia que ahora les inquieta”. El texto, en forma de decreto, se publicaría días después en la Gaceta de Madrid. Ante éste gesto del rey los congregados se apaciguaron, quedando expectantes.

A mediodía Fernando VII salió del edificio escoltado por un escuadrón de caballería francesa y por veintidós miembros de la guardia de honor de la caballería alavesa, comandados personalmente por el Diputado General de Álava. Al día siguiente el Rey llegó a Bayona. Napoleón no salió a recibirle, pero si pudo cumplir su deseo de ser el primer miembro de su familia en hablar con Napoleón.


 

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