viernes, 2 de julio de 2021

COMBATE DE JAÉN, 1 al 3 de JULIO de 1808

Para recordar los acontecimientos que sucedieron en Jaén durante los primeros días de julio de 1808 voy a utilizar las memorias del furriel francés  Luis François Gille, que pertenecía a la 1ª Legión de Reserva  que estaba encuadrada en la división Vedel.  En ellas se nos refieren noticias muy interesantes sobre su itinerario por tierras españolas hasta su captura en la batalla de Bailén y ofrece también datos muy valiosos sobre su etapa posterior como prisionero sucesivamente en Cádiz, en la isla balear de Cabrera, que fue denominada la “isla de la muerte”  y Castillo de Portchester, en la bahía inglesa de Portsmouth.

Pasado Despeñaperros y después de dejar la Carolina, pasando por Guarromán, llegaron a Bailén el 29 de junio. En Bailén, las tropas que se les habían unido en Madridejos, formadas por caballería e infantería, se unieron a la división del General Dupont, que ocupaba Andújar. Nos explica donde se establecieron.

Establecimos nuestro campamento sobre la explanada que se encuentra a la derecha, saliendo de Bailén, camino de Córdoba. Nos construimos unas barracas de cañas cubiertas de paja para guarecernos del ardiente sol, pero, a pesar de nuestras precauciones, sufrimos muchísimo calor, que era excesivo. Por lo demás estábamos bien. Teníamos víveres en abundancia, pero no podíamos compartir esta ventaja con la 1ª división sin arriesgarnos a agotar las despensas que tan difícil nos habría resultado volver a aprovisionar. Mientras tanto se hacía notar la escasez en la 1ª división.

LOS COMBATES DE LOS DÍAS 1, 2 Y 3 DE JULIO EN JAÉN

Para resolver estos problemas de avituallamiento, el General Vedel determinó enviar a la ciudad de Jaén, que distaba unas ocho leguas, un cuerpo de tropa al mando del general de Brigada, el barón de Cassagne,  el jefe del batallón de los marinos de la Guardia, el capitán Baste y el señor Molard, comandante mayor de la primera legión. Según nos cuenta el contingente estaba compuesto por:

Los más fuertes de la primera legión, que eran en total 1,140 hombres, más un pelotón de dragones de 118 hombres y 30 artilleros para transportar un cañón y un mortero. En total 1288 hombres. El objetivo de nuestra expedición era requisar los víveres que nos hacían falta y llevárselos al general Dupont a Andújar. Salimos el 30 de junio por la noche de Bailén y acampamos en la ribera del Guadalquivir frente a Megíbar. Evitamos hacer todo tipo de fuego que pudiera delatarnos. Cruzamos el río antes de que se hiciera de día con la ayuda de una barca; atravesamos la villa y llegamos ante Jaén sobre las cuatro de la tarde.

Como es lógico,  todos estos preparativos de las tropas francesas no habían pasado inadvertidos en Jaén. Cuando se confirmó en la ciudad la noticia de la llegada de las tropas de Cassagne a la villa de Megíbar, la Junta Suprema de Jaén se sintió indecisa, pues en aquellos momentos, Jaén no tenía ninguna  unidad militar de guarnición fija en la ciudad. Tan sólo tenía unas escasas tropas regulares que podrían ser del batallón de Voluntarios de Antequera que integraba la vanguardia del Brigadier Venegas y el 21 batallón de Voluntarios de Granada que estaba adscrito a la 2ª División que mandaba el marqués de Coupigni. La Junta toma la decisión de enviarle un mensaje a D. Ventura Escalante, Capitán General del Reino y costa de Granada en cuya capitanía estaba incluida la Plaza de Jaén. Además decidió retirarse a unas caserías del Puente de la Sierra y hace público un bando invitando al pueblo a abandonar la ciudad y notificando también su salida, pues si se quedaban “sería la Junta disuelta por la fuerza, sin arbitrio alguno para salvarla”. El día 1º de julio hacia las 11 de la mañana se reciben partes avisando de que los franceses están próximos. En Jaén, en línea de combate, hay una mínima fuerza: 200 paisanos armados con medios rudimentarios, unos 600 hombres del batallón de Voluntarios de Málaga y otros tantos del de Granada, a más de 30 caballistas. Los defensores desconocen que ya están en camino los refuerzos pedidos a Granada, llegando 600 hombres a Torredonjimeno y otros 700 de infantería más 300 jinetes que salen de Arjona. A mediodía de este 1º de julio las fuerzas francesas del General Cassagne sitúan sus avanzadas en las inmediaciones de la capital. Jaén va a experimentar por primera vez todo un ataque en regla. Así nos relata Luis François Gillet el inicio del combate:

El general nos hizo formar en orden de batalla y envío un parlamentario, que no pudo acercarse, ya que nada más tenerlo al alcance, los españoles hicieron fuego sobre él. El enemigo ocupaba excelentes posiciones sobre una meseta. Varios huertos del lado derecho reunían también a muchos.
 

Estos huertos eran las célebres Huertas del Poyo, que formaban un cinturón agrícola ante la muralla en el sector comprendido entre las Puerta de Barrera y Martos. Prácticamente seguían la línea de las actuales calles de Correa Weglison Madre Soledad Torres Acosta, Plaza de los Jardinillos y Millán de Priego, hasta alcanzar los Egidos de Santa Isabel. Grupos armados también se hacen fuertes en el convento de Danto Domingo,  en el de San Agustín y en el cercano torreón de la muralla. Durante toda la tarde se combate con fuerza y los franceses emplean a fondo y con habilidad su artillería. A las siete de la tarde siendo clara la ventaja de los franceses, la mayor parte de los defensores deciden retirarse para reorganizar las unidades y replantear la nueva táctica.

Avanzamos en orden, a paso de carga con el arma en la mano. El primer batallón avanzó hacia la derecha del lado de las huertas, el segundo hacia el centro, sobre la carretera, y el 3º se dirigió a la izquierda. Los españoles alineados en orden de batalla sobre la meseta hicieron sobre nosotros una terrible descarga. No les dimos tiempo a recargar sus armas y avanzamos rápidamente sobre ellos, apuntando con las bayonetas. No se lo esperaban y se dieron a la fuga en un gran desorden. El primer batallón y el segundo desalojaron de las huertas al enemigo que en ellas se escondía, lo arrinconaron en las montañas y se apoderaron del fuerte – el Castillo de Santa Catalina- tras haber echado a los españoles. 
 
Al amanecer del día 2 de julio los destacamentos franceses de Cassagne intentan hacer una descubierta por los alrededores de la capital en busca de víveres. Pero se encontraron con alguna resistencia porque desde Torredonjimeno durante la noche habían llegado algunas unidades del Regimiento suizo de Reding nº 3 que formaba parte de la reserva que mandaba el Teniente General de la Peña. Junto a ellos se incorporan algunos jinetes del España que estaba encuadrado en la vanguardia del Marqués de Coupigni. Hacia las 8 de la mañana se inician los enfrentamientos que nuestro protagonista nos describe de esta manera: 
Al llegar el refuerzo de cinco mil hombres del ejército del general Castaños para hacernos frente junto a los que habían luchado contra nosotros el día anterior, la paz duró poco y los disparos comenzaron de nuevo. Los franceses que ocupaban el fuerte- el Castillo- fueron obligados a evacuarlo y unirse a nosotros. El fuerte y la ciudad, alternativamente pasaron varias veces a nuestras manos, pero no podíamos defenderlos a la vez, pues nuestras fuerzas eran insuficientes. De noche los disparos se calmaron. Las tropas francesas se encontraban en el campamento de la meseta. El general y su estado mayor se encontraban en el centro, en una cabaña hecha de ramas y cubierta de paja.

La jornada del día 3 fue más calurosa que la del día anterior. Los franceses no habían conseguido consolidar su posición, mientras que los españoles se encontraban envalentonados con los refuerzos recién llegados. Los Voluntarios de Antequera, con el capitán D. Pedro Marín y el primer batallón de Suizos de Reding, avanzan hacia el Castillo de Santa Catalina, ocupado por los franceses desde el día anterior, y consiguen tomarlo tras un duro combate. Los tiradores de los Villares hacen mucho daño al francés en la Fuente de la Peña, un grupo de ellos al mando de D. Pedro del Alcalde cortan el paso a una columna francesa que pretendía alcanzar el Puente de Santa Ana. Poco tiempo después este mismo Pedro del Alcalde se hace fuerte en una casa próxima al Egido de Belén donde desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde, deja muertos a un oficial y a treinta soldados franceses. También destacó  un francés avecindado en esta Ciudad de Jaén, que en las dos invasiones del enemigo contrajo un mérito igual al de los más ardientes patriotas: "Juan Bautista Fromajet de Bandeville. Residía en Jaén desde la época de la Revolución francesa, pues vino a refugiarse en nuestra nación, después de haber perdido a su padre que fue víctima en ella, según parece, por su empleo de Mayordomo de Luís XVI; deseaba por momentos saciar su justa venganza, y desde que se presentó el enemigo en esta Capital manifestó con energía su odio positivo: se le vio siempre haciendo fuego en los puntos más arriesgados, y por mucho tino se ocupaba en tirar mientras otros le cargaban; se apostó en la calle del arroyo, y después en un terrado, haciendo mucho daño desde los dos puntos; avanzó al camino de San Roque, persiguiendo al enemigo con dos Voluntarios de Andalucía, y a pesar de haber recibido un balazo en un brazo disparó después cinco tiros, hasta que desangrado le condujeron a que fuese curado; presentó dos fusiles que quitó en las acciones, y fue tan público su ardimiento y valor, que una multitud de testigos confirmaron estos hechos, y no hubo una persona que dudara del celo que le animó por la justa causa de la patria donde se ha acogido”. (Diario de Jaén, martes  26 de julio de 1808, p. 40)

Así nos describe, posteriormente, nuestro protagonista Luis François Gillet como fue el final de la lucha y la retirada de nuevo hacia Bailén.

Nos quedamos en el fuerte- el Castillo de Santa Catalina- hasta la medianoche. Se ordenó salir en absoluto silencio. se hizo retirar la bayonetas y poner el arma bajo el brazo izquierdo, y así bajamos la montaña hasta que alcanzamos el arrabal de la ciudad. Llegamos a la meseta y nos dispusimos a batirnos en retirada a favor de la oscuridad. Habíamos quedado vencedores durante tres días, pero la falta de municiones, unida a las pérdidas que habíamos tenido y que fueron evaluadas en trescientos hombres muertos y ciento cincuenta heridos nos obligaba a tomar esta decisión. Nos dispusimos a ponernos en camino. Hicimos marchar a pie a nuestra caballería para colocar sobre los caballos a los heridos. 
Al despuntar el sol entramos en Megíbar. Cruzamos el Guadalquivir con la misma barca que habíamos empleado a la ida. Cuando todo el mundo hubo cruzado, hicimos un alto. Llegamos el 4 de julio sobre las dos de la tarde a Bailén y nos unimos al resto de la división. Llegamos al campamento, donde recibimos la enhorabuena de todos los que se habían quedado. Llevamos al hospital a todos los militares heridos pero muchos murieron en los primeros días. Poco tiempo después, escoltados por 50 hombres, evacuaron a los que quedaban hacia Madrid. Nos dedicamos entonces a recuperarnos de nuestras fatigas.  
 

 

 


 

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