Una vez concluidos los preparativos, Moncey partió de Madrid el día 4 de junio llegando a la villa de Pinto para pasar la noche. Al día siguiente entró en Aranjuez y la marcha prosiguió entrando el día 6 en Santa Cruz de la Zarza, el día 7 en Tarancón, el 9 en Carrascosa del Campo, el 10 en Villar de Horno y, finalmente, el día 11 en Cuenca. Allí Moncey no encontró a las tropas españolas que se le había anunciado y, además, tuvo noticia de la matanza de franceses ocurrida en Valencia unos días antes. Las fuerzas reunidas por las Juntas de Valencia y Murcia, unos 35.000 hombres, fueron agrupadas en el denominado Ejército de Levante, al frente del cual se puso a Felipe Carlos Osorio y Castellví, Conde de Cervellón, (de 50 años de edad entonces). El día 2 de junio se enviaron hacia el norte a unos 3.000 hombres, entre los que se encontraba el recién creado regimiento del Turia, al mando del mariscal de campo Francisco Salinas con la misión de proteger la entrada desde Cataluña. Procedente de Murcia, llegó el 5 de junio a Almansa el general Pedro González de Llamas para bloquear la carretera que unía Madrid con Valencia y Murcia, tarea para la que contaba con unos 8400 hombres.
En Valencia se había
dado orden de armar a todo aquél que fuera capaz de empuñar un arma para
levantar una nueva fuerza que contuviera a Moncey a la espera del socorro de
las tropas de Cervellón. Mientras tanto, el regimiento de Cazadores de
Valencia, al mando del coronel Caro había conseguido llegar a la villa de
Catarroja el 25 de junio y se incorporaba a la defensa de la ciudad. Ésta había
sido encomendada al brigadier D. Felipe de Saint Marc, que pretendía establecer
una línea de defensa en la acequia de Mestalla. Tras conocer que Moncey había
atravesado Las Cabrillas, el día 26 de junio retrocedió hasta la ermita de San
Onofre, junto a la villa de Quart. Se inutilizó el puente del camino de Quart,
se colocaron obstáculos en sus inmediaciones y se dispusieron tres cañones para
batir la salida del puente. Se contaba con otros cuatro cañones, pero no había
munición para ellos.
Tras el combate de San Onofre el mariscal Moncey volvió a solicitar a las autoridades de Valencia la rendición de la ciudad. Si bien algunos miembros de la Junta se mantenían indecisos vistos los fracasos de las armas españolas frente a los franceses, al final se impuso la tesis de resistir a los invasores, presionados sobre todo por el pueblo llano, debidamente aleccionado por los elementos proclives a la resistencia. De esta manera el mariscal Moncey se vio en la tesitura de asaltar una ciudad de unos 80.000 habitantes, rodeada de una antigua pero sólida muralla, con sólo 8.000 soldados y 16 cañones de campaña.
El mariscal Bon Adrien Jeanot de Moncey, de 54 años de edad en 1808, movilizaría la División del general Musnier con 7750 hombres (1º, 2º y 3º regimientos provisionales al mando del general Brun y el 4º regimiento provisional y el batallón de Westfalia al mando del príncipe de Isembourg), la Brigada de Caballería del general Wathier (1º y 2º regimientos provisionales de húsares) con 800 jinetes, y 16 cañones con 237 artilleros. El día 26 de junio el ejército francés llegó a Chiva, situada a 4 leguas de Valencia. Desde allí Moncey envió un nuevo mensaje a Valencia en el que se mostraba todavía conciliador:
Mañana continuaré mi marcha hacia Valencia: las tropas francesas serán allí la protección y el apoyo de las Autoridades legítimas. Únicamente los asesinos serán castigados por autoridad de sus Magistrados y según las leyes del País. Durante la noche, Moncey recibió la respuesta de la Junta en la que ésta se declaraba decidida a repeler la fuerza con la fuerza, para sostener sus derechos sagrados y aquellos de su jurado Soberano el Sr. D. Fernando VII.
Ese mismo día se recibió otro mensaje de Moncey en el que decía que aquella tarde entraría en la ciudad, y que sus tropas no perdonarían á hombres, ni a mugeres, ni a niños; ni dexarían piedra sobre piedra, puesto que le hacían tan obstinada resistencia.
Este día abrieron fuego sobre las murallas de la ciudad a la altura de las Puertas de Quart. El asedio duró todo el día, pero un pequeño ejército de hombres llegados en su mayoría de Cartagena, y sobre todo, población civil armada, consiguió rechazar el ataque.
La defensa de la ciudad se encargó al Padre Rico, Juan Rico y Vidal, natural de Monòver. Escribió Las memorias históricas sobre la revolución de Valencia en su destierro y prisión en Ibiza en los primeros meses de 1809 y publicó la obra en Cádiz en 1812. Pintoresco personaje que había levantado la ciudad ante las noticias del levantamiento popular del dos de mayo y que era el más resuelto a toda resistencia frente a los franceses. De hecho, había participado, bendecido y arengado las tropas españolas que combatieron en el desfiladero de Las Cabrillas.
ASALTO A LA CIUDAD DE VALENCIA
Unos 20.000 paisanos armados se distribuyeron por las puertas, murallas, parapetos, terrazas y campanarios de la ciudad, dispuestos a resistir la embestida francesa a toda costa. Todas las puertas de acceso a la ciudad fueron artilladas y sus accesos obstruidos con zanjas, parapetos de tablones y sacos terreros y caballos de frisa, especialmente las puertas de San Vicente, Quarte y San José. Entre estas dos últimas puertas se colocó una batería de cuatro cañones de a ocho y a doce para batir con sus fuegos la aproximación hacia ambas puertas. El asalto francés a la ciudad de Valencia se efectuó en cuatro fases y duró unas ocho horas, desde las once de la mañana del día 28 de junio hasta la caída de la tarde de ese mismo día:
Primera fase. 11:00 horas: preparación artillera.
A las once de la mañana el mariscal Moncey ordenó a su artillería batir las defensas de la ciudad entre las puertas de Quarte y San José, lugares escogidos para el asalto de la infantería. No obstante, las defensas valencianas y la superioridad de la artillería española impidieron que los franceses obtuvieran beneficio alguno en sus fuegos de preparación.
Segunda fase. 15:00 horas: primer asalto.
Sobre las tres de la tarde Moncey lanzó al ataque dos columnas de infantería sobre las puertas de Quarte y San José respectivamente, precedidas de unidades de tiradores desplegados en guerrilla:
· La columna de la derecha, cuyo objetivo era la puerta de Quarte, llegó hasta una zanja excavada por la defensa que impedía el acceso a la puerta. Allí los franceses fueron diezmados por los fuegos de metralla y fusilería de los defensores, por lo que se vieron obligados a retirarse tras haber sufrido gran número de bajas.
· La columna de la izquierda, cuyo objetivo era la puerta de San José, avanzó hasta que los fuegos de la batería situada en Santa Catalina la obligaron a retirarse dejando numerosas bajas en el campo.
Tercera fase. Media tarde: segundo asalto.
Mediada la tarde el mariscal Moncey lanzó de nuevo sendas columnas contra las mismas puertas donde antes había fracasado:
· La columna de la derecha llegó hasta la zanja excavada delante de la puerta de Quarte y la rebasaron llegando hasta la misma puerta; pero allí fueron de nuevo detenidos por los obstáculos de la defensa y fueron de nuevo ametrallados y fusilados desde los muros y parapetos próximos de manera tal que se vieron forzados a retirarse.
· La columna de la izquierda llegó hasta el foso practicado delante de la batería de Santa Catalina, pero no pudieron atravesarlo y sufrieron de nuevo el intenso fuego de cañón y fusilería practicado de frente y de flanco, por lo que tuvieron que retirarse por segunda vez con grandes pérdidas.
A la misma hora que Moncey lanzaba su segundo asalto contra la ciudad, las fuerzas españolas que había en la margen contraria del río Turia y que estaban al mando del teniente coronel Miranda y del conde Romré cruzaron el río para atacar de frente y de flanco las columnas francesas que atacaban las puertas de Quarte y San José. No obstante, dichas fuerzas fueron dispersadas y obligadas a recruzar el río por las reservas que Moncey había situado previsoramente vigilando el río.
Cuarta fase. A la caída de la tarde: tercer y último asalto.
En vista del fracaso de los dos asaltos anteriores, Moncey lanzó un tercer asalto contra la plaza de Santa Lucía y el trozo de muralla que cubría las defensas de la plaza del Carbón, con intención de desbordar por el sur las defensas de la puerta de Quarte. Tampoco esta vez el asalto tuvo éxito alguno.
En vista del fracaso, el mariscal Moncey retiró sus tropas hasta sus posiciones iniciales entre Mislata y Cuart de Poblet, por la noche, renunciando a seguir atacando la ciudad de Valencia y emprendiendo la retirada hacia Madrid al día siguiente.
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la cuantía de las bajas que sufrió Moncey en sus tres asaltos a la ciudad, si bien los cálculos más verosímiles arrojan unas cifras de 400 muertos y 800 heridos.
El 29 de junio de 1808 Moncey desistió de repetir nuevos ataques a la ciudad e inició la retirada. Para ocultar el itinerario de regreso, Moncey se colocó en Torrente el día 29 de junio, localidad situada en los dos caminos que podía elegir: el directo a Madrid por Almansa o el que había traído por las montañas. El día 30 de junio Moncey se dirigió hacia el río Júcar, decidió a retirarse por la carretera de Almansa. En persecución de las tropas de Moncey iban los generales Llamas y conde de Cervellón. El primero, con toda su división, marchaba detrás del mariscal francés y a su derecha procedente de Chiva en dirección hacia Carlet. A su izquierda y frente a él estaban las fuerzas del general conde de Cervellón que, con seis cañones, amenazaban con cortar los pasos sobre el río Júcar. De hecho el general conde de Cervellón envió al general Roca para obstaculizar el cruce del río Júcar por el vado de Antella mientras él se dedicaba a inutilizar el puente de Alcira. De haber operado conjuntamente, los generales Llamas y Cervellón podían haber copado todas las fuerzas de Moncey. Pero no lo hicieron, y Moncey supo aprovechar la situación para escapar.
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