sábado, 1 de mayo de 2021

EL LEVANTAMIENTO DEL 2 DE MAYO EN MADRID

 

Si buscamos la razón, quizá primordial, de un levantamiento tan afamado y celebrado, a la par que sangriento, del que se celebran 213 años, tenemos que retroceder a finales del año 1807. Concretamente el 27 de octubre de 1807, cuando Manuel Godoy valido del borbón Carlos IV, firma con Napoleón Bonaparte el Tratado de Fontainebleau, en el que se acuerda la invasión militar conjunta franco-española de Portugal y se permitía el paso de tropas francesas por territorio español. El motivo era la alianza y amistad que unía al pais lusitano con Gran Bretaña, y su negativa a colaborar con el bloqueo continental impuesto por el emperador francés. La presencia de tropas francesas en España, en virtud del Tratado de Fontainebleau se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando (sin ningún respaldo del tratado) diversas localidades españolas (Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras). El total de soldados franceses acantonados en España asciendía a unos 65.000, que controlan no sólo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid, así como la frontera francesa.

 Madrid, madrugada del 2 de mayo de 1808

La madrugada del 2 de mayo de 1808 en Madrid amaneció un día claro después de una noche lluviosa. Desde primera hora, la capital vivía una intensa actividad con gente que accedía a la villa por las distintas puertas de paso. El ambiente era frio y enrarecido. Grupos de paisanos recorrían temprano las callejuelas y plazas, al parecer sin rumbo fijo. La celada contra la monarquía española se cierra con el traslado también a Bayona del Infante don Antonio. La escena que transcurre en el patio del Palacio es el detonante del levantamiento y el inicio de la insurrección en toda España.

 La lucha alrededor del Palacio Real

En el Palacio Real, dos carruajes se situaron frente a la entrada. Su objetivo era recoger a los últimos miembros de la familia real, para enviarlos dirección Bayona. El primer carruaje salió de Madrid a las 8.30 horas con la reina de Etruria sin que nadie le prestara atención. El segundo carruaje debía transportar al infante Francisco de Paula, pero nunca llegó a salir.

Al grito de ¡Que nos lo llevan!, el gentío penetró en el palacio. El infante se asoma a un balcón aumentando el bullicio en la plaza. Este tumulto fue aprovechado por Murat, el cual despachó rápidamente a un batallón de granaderos de la Guardia Imperial al palacio, acompañado de artillería, que disparó en contra de la multitud. Al deseo del pueblo de impedir la salida del infante, se unió la de vengar a los muertos y la de deshacerse de los franceses. La lucha se extendió por todo Madrid. En esta aparente tranquilidad, el silencio de la mañana fue roto por el maestro José Blas Molina y Soriano que, deduciendo que el coche que quedaba era para el infante, echó a correr hacia Palacio dando la voz de alarma: “¡Traición! ¡Se llevan al infante! ¡Traición!”. 

La gente comenzó a agolparse y su grito fue recogido en breve por otras voces: “¡A las armas! ¡Que no salgan los infantes!”. En medio de esta confusión, alrededor de 70 personas entraron en Palacio presentándose en las habitaciones del infante.Ante los gritos de júbilo, Don Francisco se asomó al balcón, mientras el gentío que llegaba a las inmediaciones del Palacio aumentaba.Ante el creciente tumulto, el gobernador francés, Joachim Murat, duque de Berg y general de Napoleón en España, envió a dos miembros de su séquito a palacio. Al verlos, el pueblo enfurecido se dirigió contra ellos para acabar con sus vidas al grito de “¡Muerte a los franceses!”, pero la Guardia Valona lo evitó al tiempo que Gonzalo O'Farrill, ministro de guerra, pedía a la muchedumbre que se calmase y se dispersara.

Los madrileños descubrieron en ese instante las necesidades de la guerra callejera: constitución de partidas de barrio comandadas por caudillos espontáneos; obligación de proveerse de armas (luchaban navajas frente a sables); necesidad de impedir la llegada de nuevas tropas francesas...

Todo esto no fue suficiente y Murat pudo poner en práctica una táctica tan sencilla como eficaz. Cuando los madrileños quisieron hacerse con las puertas de la cerca de Madrid para impedir la llegada de las fuerzas francesas acantonadas fuera de Madrid, el grueso de las tropas de Murat (unos 30.000 hombres) ya había penetrado en la ciudad, haciendo un movimiento concéntrico para adentrarse en Madrid.

Si bien la resistencia al avance francés fue mucho más eficaz de lo que Murat había previsto, especialmente en la Puerta de Toledo, la Puerta del Sol y el Parque de Artillería de Monteleón, esta operación permitió a Murat someter a Madrid bajo la jurisdicción militar. Esto fue, tratar a los madrileños como rebeldes. Puso igualmente bajo sus órdenes a la Junta de Gobierno.

Poco a poco, los focos de resistencia fueron cayendo. Acuchillamientos, degollamientos, detenciones... Mamelucos y lanceros napoleónicos extremaron su crueldad con el pueblo madrileño. Cientos de españoles, hombres y mujeres, y soldados franceses murieron en esta refriega.

 LOS HÉROES DEL DOS DE MAYO

 Mientras tanto, los militares españoles permanecieron, siguiendo órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete, acuartelados y pasivos. Sólo los artilleros del parque de Artillería sito en el Palacio de Monteleón desobedecieron las órdenes y se unieron a la insurrección. Los héroes de mayor graduación fueron los capitanes Luis Daoiz y Torres (que asumió el mando de los insurrectos por ser el más veterano) y Pedro Velarde Santillán. Con sus hombres se encerraron en el Parque de Artillería de Monteleón y, tras repeler una primera ofensiva francesa al mando del general Lefranc, murieron luchando heroicamente ante los refuerzos enviados por Murat.

 Los capitanes Daoíz y Velarde se convirtieron en los héroes del 2 de Mayo. Lideraron la casi anecdótica repuesta del Ejército español cuando, desde el Parque de Artillería de Monteleón, hicieron frente a las tropas del General Murat con tan sólo 200 hombres. Velarde que había llegado a Madrid en 1806 como secretario económico de Artillería, el día 2 solicitó refuerzos para defender el parque y salió con una compañía de 33 soldados. Convenció a Daoíz para que lo abriera y entregara las armas a los madrileños y participó en la defensa del acuartelamiento. Murió de un disparo en el pecho antes de que éste se rindiera. Daoíz, por su parte, era ya un militar de brillante carrera que había participado en la defensa de Ceuta y Orán, en la Guerra del Rosellón y en la defensa de Cádiz. Tras la llegada de Velarde mandó colocar cañones para defenderse del ataque y en la lucha resultó herido, pero aún recibió, sable en mano, a los generales Lagrange y Lefranc, cuando entraron en el parque. Lagrange atacó al capitán y, cuando este intentó responder, fue abatido a bayonetazos.

 

 

 

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