Murat se ganó una triste fama por la brutalidad que empleaba en el
campo de batalla. Popularizó la cita "le
combate cesse faut de combattants" (el combate se acaba por falta
de combatientes). Pero allí donde consagraría su pésima fama seria en Madrid, durante los hechos del 2 de mayo de
1808. Mientras los Borbones
hispánicos Carlos IV y Fernando VII negociaban la venta de la corona española a
Napoleón; las clases más
reaccionarías de la corte española urdieron un levantamiento que tenía el
objetivo de impedir aquella transacción y blindar el régimen absolutista.
Murat, máxima autoridad militar francesa en Madrid, reprimió aquel
motín con docenas de detenciones y fusilamientos.
El día de su fusilamiento marchó hacia el lugar de la ejecución vistiendo su uniforme de Mariscal de Francia. No aceptó la silla que le ofrecieron y tampoco consintió que le vendaran los ojos, diciendo: J'ai bravé la mort trop souvent pour la craindre. (He desafiado a la muerte en demasiadas ocasiones como para tenerle miedo). Se mantuvo firme, orgulloso y arrogante, aunque cortés incluso con los soldados del pelotón. Cuando estuvo preparado, besó un cristal de cuarzo anaranjado, que tenía el rostro de su esposa grabado, y exclamó: Sauvez ma face, visez à mon cœur... Feu! (Respetad mi rostro, apuntad al corazón... ¡Fuego!). Su cuerpo nunca ha sido encontrado. Después de su fusilamiento, los Borbones recuperaron la corona, y los capodifamiglia de la camorra se volvieron a sentar en los consejos de ministros napolitanos. Actualmente se cree que los restos de este personaje, que murió con sus mejores galas por petición propia, se encuentran enterrados en una fosa común bajo la Iglesia de San Jorge Pizzo aunque diversas fuentes lo ubican en otros rincones como Pére Lachaise en París, donde se encuentra una tumba en su memoria.
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