Alonso
era hijo del escudero y regidor ferrolano Pedro de Morado Pita y de María
Fernández da Veiga, heredera del señorío de Vilacornelle, y nació en el año
1480. Se crio en Ferrol durante sus primeros años y, siguiendo la tradición de
armas de su familia de caballeros y escuderos, continuó su formación como
caballero en la casa de los Andrade, señores de Pontedeume y Ferrol.
Bajo
su estandarte, Alonso fue nombrado capitán del Escuadrón de Caballería y lugarteniente del
conde Fernando de Andrade,
y fue destinado al Tercio que participó en las campañas militares en la
península itálica que Castilla había iniciado contra Francia en 1513, y que se
desarrollarían hasta el año 1525. En tierras italianas participó en diversas
batallas como la de Vicenczio, en 1513, la de Bicoca, en 1522, y la de
Gattinara, en 1524, durante las cuales, gracias a su comportamiento, llamó la atención del
emperador, que lo nombra en varios de sus escritos como hombre de buen ánimo y
gran esfuerzo.
En
aquella época, Francia estaba rodeada por las posesiones de la Casa de los
Habsburgo y, además, la obtención del título de Emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico por parte de Carlos I en 1520, puso a la monarquía francesa
contra las cuerdas. Así que Francisco I de Francia, que también había optado a
ese título, vio la posibilidad de una
compensación anexándose el ducado de Milán, algo a lo que no estaba dispuesto el emperador español. Tras la derrota francesa en Bicoca y unos cuantos
reveses más, el
rey francés decidió, a finales de 1524, ponerse al frente de su ejército y
cruzar los Alpes para poner sitio a la ciudad de Pavía tras
hacerse con Milán y otras plazas fuertes. El
ejército francés estaba compuesto por más de 30.000 hombres, mientras la defensa de Pavía, a cargo de los
españoles, dependía de poco más de 6.000.
De inmediato se iniciaron los ataques para hacerse con la
ciudad. Aunque los asaltos fracasaron, los espías habían informado a Francisco
I de que la guarnición
imperial estaba descontenta por la falta de pagas y que era posible que se
produjera una sublevación de las tropas. Francisco I no tenía prisa, esperaba que de
un momento a otro el ejército imperial se descompusiera por la falta de dinero
o que los estados italianos se alzaran en favor de Francia, momento que
aprovecharía para destruir a las tropas de Carlos cuando huyeran de Pavía. Pero a mediados de enero de 1525 llegaron los refuerzos
imperiales provocando, no solo
que se igualasen las fuerzas, sino que las tropas sitiadas sin pagas, sin
comida y casi sin agua, comprendieran que los recursos se encontraban en el
campamento francés, que decidieron tomar como fuera.
Durante las escaramuzas previas,
un caballero gallego ya había realizado una gesta histórica al recuperar de
manos francesas el estandarte del Serenísimo Infante don Fernando, hermano del
emperador, que llevaba bordado la insignia del Ducado de Borgoña,
la Cruz de Borgoña, un hecho crucial, ya que para los españoles simbolizó la
victoria contra Francia, provocando que se acabara convirtiendo en la bandera
del imperio español. Aquel gallego era Alonso Pita da Veiga.
Tras
el ataque al campamento francés, varios caballeros galos huyeron, pero uno de
ellos, vestido con su armadura de combate, fue capturado por tres
aguerridos españoles cuyo origen daría para un buen chiste: un
gallego (Alonso), un vasco y un andaluz. Entre los tres obligaron a desmontar a
aquel caballero, que quedó atrapado bajo su montura y que fue salvado por el
gallego de ser aplastado, como así cuentan las propias crónicas del rey.
Le arrebataron sus armas, una
insignia de San Miguel que llevaba al cuello y un crucifijo de la Veracruz que
había pertenecido nada más y nada menos que a Carlomagno. Cuando
le pidieron que se identificase, gritó: “No me matéis, soy
el rey de Francia”. Tras apresar al rey y hacerse con el estandarte
real, la derrota del ejército francés se precipitó, provocando el final del
asedio y de la campaña en la península itálica.
Cuando
Carlos I fue informado, ordenó que Francisco fuese trasladado en
barco a Barcelona, desde donde se le envió a Madrid, ciudad en la que
estuvo más de un año como prisionero del emperador. Finalmente fue liberado
tras la firma de unas capitulaciones en las que reconocía la soberanía española
sobre el ducado de Milán y se comprometía a no atacarlo en el futuro, algo que
nunca cumplió, ya que cuatro años después lo atacó de nuevo.
Alonso Pita da Veiga fue
recompensado por el emperador, que expidió en Barcelona una Real Cédula de
fecha 24 de julio de 1529 concediéndole una pensión mensual de 30.000
maravedíes, su reconocimiento como
señor de Vilacornelle y el privilegio de usar a perpetuidad, tanto él como sus
descendientes, un nuevo escudo de armas con la flor de Lis, emblema de la corte
francesa.
Tras regresar a Galicia, Alonso contrajo matrimonio, inaugurando una saga de medio milenio ininterrumpido de militares destacados en la defensa de España, tanto en el ejército como en la Armada. Fallecería en Pontedeume el 17 de diciembre de 1558, siendo enterrado con todos los honores en la iglesia del convento de San Francisco de Ferrol, lugar de descanso de sus antepasados.
Francia nunca olvidó que tres
guerreros españoles habían capturado a su rey, una noticia que conmocionó a
toda Europa, pero sí negaron durante siglos que esta captura había
ocurrido, hasta que Napoleón Bonaparte pidió que se devolviera a
Francia aquella espada perdida 283 años antes. Se cree que la espada que se
entregó a Francia no era la espada que portaba el rey durante su
huida, sino que se trataba de una espada ceremonial que estaba en su campamento.
La espada de batalla del rey fue entregada al emperador Carlos I el mismo año
de la batalla y continúa desde entonces en la Colección Real, aunque no está
expuesta…
FUENTE: IVÁN FERNÁNDEZ AMIL eL eSPAÑOL
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